En lo alto del Barrio de la Santísima Trinidad, en Ocozocoautla de Espinosa, se alza una de las capillas más queridas por los habitantes: la Ermita de la Santísima Trinidad. Aunque su fecha exacta de construcción se ha perdido en el tiempo, su presencia habla de una profunda tradición de fe, arraigo y comunidad. Su fachada sencilla, su gran cruz exterior —visible desde la carretera de entrada al pueblo— y su entorno apacible dan la bienvenida a propios y visitantes, como si invitaran a una pausa para la reflexión y el recogimiento espiritual en un espacio sagrado.
Esta ermita, construida con materiales tradicionales de la región como piedra, cal y madera, ha sido conservada con esmero por generaciones enteras. Su arquitectura modesta pero digna resalta en el entorno urbano, evocando tiempos en que la devoción marcaba el pulso cotidiano del barrio. Aquí no se alzan torres ni resuenan campanas de bronce, pero se respira una paz serena que solo puede ofrecer un lugar amado por su gente. Las tardes se llenan de actividad con misas, catequesis, encuentros comunitarios y festividades tradicionales que mantienen viva la fe.
Más que una edificación religiosa, la Ermita de la Santísima Trinidad es un símbolo de identidad para los coitecos. Visitarla es entrar en contacto con el alma del barrio, con la historia que no está en los libros, sino en las manos que la han cuidado por décadas. Es una joya silenciosa que invita a detenerse, a mirar con el corazón y a descubrir, entre muros, memorias y oraciones, la esencia profunda de Ocozocoautla, Chiapas.
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